Como
ya ocurrió en otros momentos de la historia nacional (1936, 1957-1958,
1973-1974, 1987-1989, 1998), el ciclo del mercado petrolero mundial parece
contribuir, de manera muy importante, a llevar nuevamente a nuestro país a una
encrucijada: ¿Qué hacer con el petróleo?
Contrariamente a lo acontecido
en la mayoría de los años señalados, el cuestionamiento del mencionado modelo
rentístico venezolano no deviene en esta ocasión de un colapso en los precios
del crudo, pues pese a la baja de 2008, los mismos se han recuperado y
estabilizado en un margen que es históricamente alto.
Desde hace años el mercado
petrolero mundial pasa por lo que se podría denominar un ciclo “estructural” de
precios petroleros altos. La creciente demanda de energía de China e
India, el agotamiento de productores históricos como Indonesia, México, el Mar
del Norte, el estancamiento de las inversiones petroleras de los países OPEP,
así como mayores costos en la exploración y producción de petróleo, parecieran
indicar que más allá de la fuerte especulación de los mercados a futuro,
los precios del petróleo muy difícilmente retrocedan a los niveles que se
conocieron en la década de los noventa o el primer lustro de este siglo.
No obstante, el boom de las
exportaciones petroleras en la etapa 2004-2008 no se tradujo en crear las
condiciones para una sostenida mejora en los niveles de vida
de la población venezolana, ni sentó las bases para un despegue
definitivo de nuestra sociedad hacia el desarrollo y la superación de la
pobreza estructural. Es más, se puede afirmar que ha sido precisamente ese auge
(o más bien su manejo) uno de los obstáculos. La planta industrial del
país se redujo significativamente en esos años, con la consecuente pérdida de
puestos de trabajo, nos hicimos como economía más dependientes de las
importaciones para sostener el consumo nacional y además, en vez de generar
ahorro la república ha entrado en un proceso de creciente endeudamiento externo
e interno.
Con el año 2008 llegó a su
fin un periodo de cuatro años de auge de la economía venezolana en términos de
crecimiento e incremento del consumo, alimentados por el boom de precios
del petróleo más importante de la historia de la economía moderna. Durante ese
espacio de tiempo ciertos problemas recurrentes de la economía y la sociedad
venezolana permanecieron subyacentes o sin resolver, pero una vez
interrumpido el creciente torrente de divisas extranjeras derivados de unos
precios del barril de petróleo que crecieron de año a año, estos se
empezaron a manifestar (junto con otros nuevos) una vez más con toda su
crudeza.
La
caída del salario real de la mayoría de la población, el creciente
deterioro de servicios fundamentales para la vida moderna (electricidad y
agua), de la calidad de vida nuestras ciudades (en particular la ola de
violencia y criminalidad) y el mal funcionamiento del Estado venezolano en su
conjunto, nos lleva a la conclusión de que ese boom no sólo no contribuyó a
superar las deficiencias, fallas e insatisfacciones que han caracterizado a la
sociedad venezolana desde hace décadas, además ha contribuido a su agravamiento.
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